12 de janeiro de 18
por Sebastião Pinheiro
(redes sociais)
Estoy entre lo anonadado y el
escatológico, pues a cada minuto queda más difícil entender Brasil. Yo creía
que había llegado al fondo del pozo, sin embargo continúa la queda libre, rumbo
al “corran por sus vidas”.
Mostardas es una de las más antiguas
ciudades del Estado de Río Grande del Sur y su nombre significa mostazas. Los
pobladores primitivos trajeron de las Azores la costumbre de echar semillas de
mostaza a los terrenos por la noche para distraer las brujas, que perdían la
noche recorriendo sus diminutas semillitas y no asombraban el pueblerillo. Las
semillas germinaban y formaban en la floración un lindo tapete amarillo que dio
nombre a la ciudad, que hoy día tiene la mayor concentración de quilombolas del
Estado por su inaccesibilidad y bajo valor de las tierras de restinga.
Ayer recibí una llamada del Sindicato
de los Trabajadores Rurales y la foto de la placa hecha por productores de
arroz, instalada para el pueblo, inconformados con la realidad de su cultivo.
Ellos reclaman de la situación donde el precio del arroz producido tuvo el
precio reducido en los últimos dos años a la mitad, cuando la inflación estaba
cerca de dos dígitos y los insumos crecieron 20% y los combustibles más de 50%.
La revuelta de los productores de arroz es mayor cuando ellos denuncian y
estampan en la placa que el vendedor del herbicida declara que el mismo no
funcionará, pues las malezas están “mutantes resistentes” al mismo. El concluyo
de transnacionales, técnicos y burócratas del gobierno y los medios de
comunicación en el agronegocios es silencio total.
Lo más raro e inaudito es que la
semilla de arroz genéticamente modificado fue declarado irregularmente por las
autoridades que no es OGM, cuando todos los libros publicados en España,
Italia, Francia, y otros países de la UE consideran la electroporación como un
método de obtención de la alteración genética anormal (descarga eléctrica). Lo
interesante es que el primer ensayo hecho por la AgrEvo, subsidiaria de
Hoechst, después incorporada por Bayer Cropscience fue requerida autorización
como transgénicos. Después en un pase de mágica dejó de serlo y nadie pregunta
por que solamente en Brasil eso ocurre, en complicidad criminosa, disfrazada de
ideología mercantil.
Lo que fue afirmado en el libro
“Transgénicos el fin del Génesis” hace 20 años donde consta un facsímile del
contrato que jamás recibió la firma del representante del gobierno estadual,
que cambiaria 9 días después. Pues, se cumple las “malezas están mutantes,
resistentes a los herbicidas pero ellos continúan siendo vendidos, usados con
beneplácito del gobierno, y hasta mismo reciben una placa-denuncia afirmando de
los productores.
Sou previdente, mi preocupación mayor
es que en el futuro tendremos una discusión muy seria: El herbicida es el
factor de mutagénesis en las especies que no existían en la naturaleza, luego
eses mutantes son propiedad de la empresa registrante, la dueña del herbicida.
Caso la ciencia llegué a comprobar
que esas malezas mutantes contienen alguna utilidad, las empresas tienen el
ejemplo del proceso contra el productor Percy Schmeisser de Canadá, condenado
por nacer en sus tierras semillas que el jamás cultivó. La cuestión grave es si
ocurre lo contrario: Si esas malezas mutantes vengan a producir alguna toxina
peligrosa, el tratamiento no será ecuánime y el gobierno tendrá que asumir los
costos como siempre ocurre en la periferia del mundo.
Yo hice la lectura sencilla de la
placa de protesto de los productores de arroz y adicioné en ella elementos de
la realidad que deberían espeluznar las autoridades encargadas de defender el
patrimonio natural, sociedad, poblaciones tradicionales protegidas por la OMC y
productores de arroz, mismo si estuviéramos en el fondo del pozo, pero eso no
ocurrirá pues aún estamos en queda libre, rumbo al “Dios nos Libre”.
Imagino eses agricultores cuando
supieren que el gobierno puede importar el “arroz sintético” de China para
mantener los precios más bajos aún. Por acá nadie siquiera sabe lo que es el
“arroz sintético”. Es por eso que construimos el Biopoder Campesino, junto al
Sindicato de los Trabajadores Rurales, fundamental para reerguir Brasil.
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