Abono de harina de piedras (Pioneer, Julio 22, 1892)
“Pan
de piedras: por cierto, las palabras de la Biblia conservan su verdad”.
Antes
de esta ocasión he tenido la oportunidad de mostrar en el periódico Deutsche
Addelsblat, que no es correcto darle al polvo de piedras el calificativo de “abono”,
ya que este es superior a los así llamados abonos por el hecho de que
restablece las condiciones naturales para el crecimiento de los cultivos, mientras
que los abonos solo presentan una ayuda artificial y por tanto, son sólo una
medida paliativa. El caso, entendiéndolo en su totalidad, es el siguiente:
En un
principio las plantas crecían en un suelo formado de la desintegración del material
de las montañas sin ningún tipo de aditivo artificial. El ácido carbónico del aire
combinado con los constituyentes básicos potasio, sodio, calcio, magnesio,
hierro y manganeso, que se encontraban combinados en el material rocoso
desintegrado con ácido silícico, aluminio, azufre, fósforo, cloro y flúor, y
con la cooperación de la humedad, y la operación del calor y la luz solar,
ocasionó la generación de tejido celular vegetal. Las sustancias gaseosas,
ácido carbónico (dióxido de carbono), vapor de agua y el nitrógeno del aire
adquieren la firme forma del tejido celular vegetal y de la proteína vegetal
únicamente gracias a la estructura básica de potasio, sodio, calcio y magnesio,
sin los cuales ninguna raíz, tallo, hoja o fruta se ha encontrado; ya sea que
quememos las hojas de la haya, las raíces del bledo o del sauce, los granos del
centeno, o ya sea madera, paja o lino, peras, cerezas o semillas de nabo,
siempre queda un residuo de cenizas, las cuales en variadas proporciones
consisten en potasio, sodio, calcio, magnesio, hierro, manganeso, ácido
fosfórico, ácido sulfúrico, flúor y sílice. Con respecto al nitrógeno, que se
forma con el vapor del agua en presencia del hierro – el cual se encuentra
presente en todo los suelos, – se transforma de acuerdo a la formula:
N2 H6 O3 Fe2 = N2 H6 Fe2 O3 (todo óxido de
hierro que se forma con el rocío de la noche a partir del hierro metálico Fe2O3,
contiene amoniaco, como lo demostró Eilard Mitscherlich). La solidificación del
tejido celular a partir del ácido carbónico y el agua podrán entenderse mejor
al ser comparadas con el proceso de formación de jabón sólido, al combinar el
aceite con sodio, potasio, calcio o cualquier otra sustancia básica, por
ejemplo óxido de plomo, mercurio o hierro. El amoniaco también forma jabón
junto con el aceite oxidado y el ácido oleico. Difícilmente podemos encontrar una
mejor comparación para explicar la solidificación de los vapores atmosféricos (ácido
carbónico, agua, nitrógeno y oxígeno) en combinación con las sustancias terrestres
o en reemplazo de estas últimas por amoniaco y sustancia vegetal, como la
encontramos por un lado en este proceso de la formación de jabón, y por el
otro, en las sustancias del aceite que es la base del jabón. La producción de
la sustancia del aceite consiste en que las sustancias combustibles
(hidrocarburos) se generan a partir de sustancias ya consumidas (ácido
carbónico y agua), y esto caracteriza el aspecto principal de la naturaleza
universal vegetativa de las plantas. Una vela de estearina encendida se
transforma en ácido carbónico en estado gaseoso y vapor de agua, pero esos
productos aeriformes, en combinación con las tierras, nuevamente son transformados
en madera combustible, azúcar, almidón y aceite, gracias a la acción del suelo.
En cualquier lugar en donde entre nueva tierra en actividad, como al pie de las
montañas, puede encontrarse un vigoroso crecimiento de plantas, especialmente cuando
el ácido carbónico en abundancia se adhiere a las rocas como sucede en las regiones
de Jura. La carretera entre Basilea y Biel es muy instructiva con respecto a esto.
Por el contrario, se ha visto, en regiones muy densamente pobladas como por ejemplo
en China y Japón, después de haber cultivado durante varios miles de años, la
tierra, agotada de los materiales que forman las células, se vuelve renuente a
producir tantas plantas nutritivas como las necesitadas por el hombre y los
animales para su sustento; sin embargo, como se ha visto que el alimento que ha
sido consumido, mientras no sea usado en la formación de fluido linfático y
sangre, estando por tanto de más, deja el cuerpo a través del canal digestivo
aunque químicamente desintegrado y putrefacto, produciendo nueva vegetación
cuando es llevado a los campos y mezclado con la tierra. En China recolectan
con gran esmero no sólo cualquier cosa que haya pasado por el canal intestinal;
también el producto de las sustancias corporales que han sido quemadas por la
respiración, que es eliminado en la secreción de los riñones y que también
genera nuevas formaciones. El alimento, el vestido y el refugio son los
requerimientos fundamentales que demanda cualquier persona sobre la tierra, y
éstos son adquiridos por cada uno que tenga miembros sanos. En los músculos de
nuestros brazos poseemos la magia de las hadas que nos permite decir: “¡que se ponga
la mesa!”, pues el trabajo siempre halla su recompensa. Por supuesto, si las personas
son lo bastante tontas para dejar los lugares en donde los músculos de sus brazos
tienen una demanda y son remunerados; si abandonan la fuente de todas las riquezas
sobre la tierra: la agricultura, y se van a donde sus brazos no tienen ningún valor,
porque muchos otros que ya están empleados están esperando por un trabajo, entonces
la angustia, la falta de alimento, de vestido y de refugio le deberán dar la oportunidad
de reconsiderar y regresar, volviendo a una vida en el campo, el cual es continuamente
abandonado por sus habitantes.
Una de
dos. Ya sea que se reponga el campo con nuevo suelo en estado virgen, o que se
restablezcan los nutrientes consumidos en él. En donde lo segundo no se
realizó, como es el caso de las primeras colonias europeos en América, los
cultivos decayeron y los colonos fueron trasladándose del Este al Oeste, con el
fin de cultivar suficientes cereales en aquel suelo hasta entonces virgen, para
exportarlos a Europa. Ahora ellos se han dado cuenta en América que no pueden
continuar de esa manera, puesto que no quedan tierras sin propietarios a las
cuales ellos puedan emigrar libremente.
Sin
embargo, ¿cuáles son nuestras circunstancias en Alemania con respecto a ésto?
Después de que el suelo no produjera más a pesar de un arado profundo, el círculo
instituido en China fue también puesto en práctica; ellos se dieron cuenta que
el estiércol sólido y líquido de los animales domésticos al ser puesto sobre el
campo producía un nuevo crecimiento y comenzó a ser valorado. Con la ayuda de él,
los campos se conservaron fértiles, a pesar de que esto fue una mera ilusión.
Esta práctica se familiarizó entre nosotros por varios siglos, tanto que en los
tiempos de nuestros bisabuelos estaba de moda decir: “donde no haya estiércol,
nada crecerá”. Así, con el tiempo, lo que era sólo un decir, se ha convertido
en la regla general. Como consecuencia de esta costumbre vino lo siguiente: con
el fin de conseguir una gran cantidad de estiércol, se debe tener tanto ganado
como sea posible. Con esto se pasó por alto que el ganado habría de requerir
tanta tierra para su alimentación y que la tierra empleada de esta manera no
podría usarse para cultivar granos, de tal forma que en una economía tal, el
trabajo del campo se enfocaría para beneficio de los animales y no del hombre.
Sin embargo, finalmente los cultivadores pensantes que llevaban bien sus
cuentas tuvieron que llegar a la conclusión de que la cría de ganado sólo era rentable
en las regiones montañosas o en regiones como los pastizales de Holstein, los
cuales siempre están fértiles debido al continuo arrastre de nutrientes
provenientes de las rocas de Geest.
Sólo
puedo concluir a partir de ésto: Como dije anteriormente, el estiércol había
sido reconocido como el multiplicador de la fertilidad y era considerado como la
condición natural “sine qua non” para el crecimiento de los cultivos, a pesar
de que ésto no estaba basado en el Orden natural, sino que era un artificio.
Una vez establecida la regla de que lo artificial fuese normal, no debe
sorprendernos que cuando el estiércol de establo ya no era suficiente, algunas
personas recomendaron abonos artificiales. Como estas personas se daban ínfulas
de sabios, los propietarios de grandes extensiones cayeron en su red –aún más
que los simples campesinos– y junto con ellos, la producción agrícola en las
regiones planas finalmente tuvo que ser cerrada por un tiempo.
Fácilmente,
se puede observar que ni los bueyes ni las vacas, sin importar qué tan alto
fuera su costo, exigían salario alguno por producir su estiércol. Sucedía
diferente con los químicos y los comerciantes en abono artificial. A ellos no
les bastaba con obtener su propio alimento, sino que también deseaban, a partir
de las ganancias producidas por sus negocios, educar a sus hijos, construir sus
almacenes, pagar sus agentes de viajes e incrementar su capital. Este negocio,
como todos aquellos que cubren las necesidades fue tan lucrativo que una de las
más grandes empresas comercializadoras en abonos artificiales en poco tiempo
había hecho millones, los cuales habían sido pagados por los campesinos quienes
no recibían su equivalente, pues a pesar del empleo más enérgico de abonos
artificiales, los cultivos decayeron progresivamente.
¿Cómo
podría ser de otra forma? Las plantas necesitan manganeso, azufre, fósforo y flúor,
y en los fertilizantes artificiales solo recibían un potasio costoso, ácido
fosfórico y nitrógeno como nutrientes (NPK).
Las
consecuencias se hicieron ver primero que todo en las frecuentes bancarrotas de
los agricultores. Además de ésto, los fertilizantes nitrogenados en la forma de
salitre de Chile, habían causado una predominancia de enfermedades en el
ganado: que hayan sido encontrados liebres y venados muertos en diversos sitios
que habían sido fertilizados con salitre de Chile, lo leí por lo menos en
veinte periódicos y también me fue contado por testigos presenciales. Así como
sucedió en campo abierto, también se dio en los establos. Y es que ninguna sustancia
del cuerpo animal puede formarse a partir de forraje abonado con nitrógeno,
especialmente, ninguna leche entera iguala la de aquellas vacas que se
alimentan con hierbas de las montañas.
No
necesita ser calculado cuán grande ha sido el daño para la salud en hombres y animales
provocado por estiércol de establo. La leche producida a partir de plantas con contenido
amoniacal, despejó el camino por el cual se precipitó el espíritu destructivo de
la difteria, que junto al sarampión, la escarlatina, la escrófula, la neumonía,
etc., se volvieron presencias normales en los alemanes quienes antes eran
fuertes como osos.
El
abono artificial finalmente se llevó la corona en esta ola de destrucción. ¿Cómo
pudo pasar ésto? Muy simple. Liebig, que fue el primer químico agrícola, encontró
que las cenizas que quedaban de los granos consistían principalmente en fosfato
de potasio. A partir de esto concluyó que el fosfato de potasio debía ser
devuelto a la tierra; ésta apreciación no fue lo suficientemente profunda.
Liebig había olvidado tomar en cuenta la paja, en la cual solo se encuentran
pequeñas cantidades de ácido fosfórico, que durante el proceso de maduración
pasa del tallo a los granos. Si él hubiera calculado no solamente el contenido
en las semillas, sino también el de las raíces y los tallos, habría encontrado
lo que hoy en día sabemos: que en todas las plantas hay tanto calcio y magnesio
como potasio y sodio, y que el ácido fosfórico sólo equivale a la décima parte
de la suma de estos constituyentes básicos. Desafortunadamente Liebig también
opinaba que el potasio y el ácido fosfórico como tales, también deben ser
restaurados al suelo, mientras que cualquier otra persona habría concluido que
en reemplazo del gastado suelo, debemos suministrar nuevo suelo en el cual nada
haya crecido. Este suelo de fuerza primitiva lo podemos conseguir al pulverizar
rocas, en las cuales se encuentren combinados potasio, sodio, magnesio,
manganeso y hierro con sílice, aluminio, ácido fosfórico, flúor y azufre. Entre
éstas sustancias, el flúor, que se encuentra en todos los minerales de mica,
fue descuidado por Liebig y por todos sus seguidores y nunca fue incorporado en
ningún abono artificial. Sin embargo, hemos sabido por investigaciones
recientes que el flúor se encuentra regularmente en la clara y yema de los
huevos y debemos reconocer que es algo esencial para el organismo.
Las
gallinas toman este flúor junto con otros minerales cuando al picotear, recogen
pequeñas partículas de granito; cuando éste se les niega, como sucede en los
gallineros de madera, fácilmente sucumben a enfermedades como cólera y
difteria. Nosotros los hombres no somos tan afortunados como las aves, pues la
sopa que nos tomamos ha sido preparada por los comerciantes en abonos
artificiales. Como ellos no venden flúor, nuestros cereales carecen de él, y
debido a que ninguna sustancia ósea normal puede formarse correctamente sin
flúor, con la misma velocidad con que se ha incrementado el número de
comerciantes en fertilizantes, también ha aumentado el ejército de dentistas y
las instituciones ortopédicas; sin embargo estas últimas no han sido capaces de
arreglar la curvatura en la espina dorsal de nuestros hijos. El esmalte de los
dientes necesita flúor, la proteína y la yema de los huevos requieren flúor,
los huesos de la columna vertebral requieren flúor y la pupila del ojo también
necesita de flúor. No es por accidente que la homeopatía cura numerosos males
de los ojos usando fluoruro de calcio.
Qué
ricos, fuertes y saludables seríamos los alemanes si hiciéramos de nuestras montañas
colaboradoras activas en la producción de nuevos suelos a partir de los que puedan
formarse nuevos y completos cereales. Entonces no necesitaremos enviar nuestros
ahorros a Rusia, Hungría o América; sino que haremos nuestro camino por la vida
gracias a la fuerza de nuestros brazos y con coraje alemán, y mantendremos alejados
a nuestros adversarios.
La
meta de alimentar al hambriento y de prevenir numerosas enfermedades al restaurar
la condición natural para el crecimiento completo de las plantas, me parece una
de las más elevadas y nobles. Aún 6 quintales de polvo de piedras preparados a la
manera prusiana, equivalentes a 24 quintales por hectárea,
proporcionarán suficiente alimento para una cosecha satisfactoria, si esta
cantidad es provista cada año.
De usarse más, la producción aumentará
conforme a la cantidad empleada. Concluyo estas notas, que fueron presentadas
con el lema que adornó la exhibición de productos cultivados con polvo de
piedras en Leipzig, reproduciendo también la segunda rima que también allí se
introdujo y que así como el lema, lleva consigo la conciencia del abono mineral
por parte de su autor.
Wir lieben die Kunst, sollten jedoch niemals den
kiinstlichen Dünger akzeptieren.
“Amamos el arte, pero jamás debemos aceptar lo
artificial del abono”
JULIUS HANSEL
Hermfdorf bajo el
Kynast
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